El origen de esta efeméride está estrechamente ligado a la figura del rey Luis IX de Francia, quien gobernó entre el 29 de noviembre de 1226 y el 25 de agosto de 1270 y más tarde fue canonizado como San Luis.

Durante su reinado, Luis IX reconoció la relevancia de los peluqueros y los barberos, no solo en su papel estético, sino también por su función en la medicina de la época, ya que solían realizar procedimientos quirúrgicos. Su aprecio por estos profesionales, reconociéndolos como una profesión digna al mismo nivel de los caballeros, jueces y médicos, marcó un antes y un después en la percepción de la peluquería como oficio esencial. Otra leyenda cuenta que San Luis pidió a cada uno de los miembros de su gobierno un mechón de cabello para confeccionar una peluca para su madre, Blanca de Castilla. Este gesto simbólico habría cimentado su vínculo con la profesión y su posterior papel como patrón de los peluqueros.

Tras su canonización el 25 de agosto de 1297, San Luis fue proclamado santo patrón de peluqueros y barberos, y esta fecha quedó inmortalizada como día de celebración para el gremio.

Hoy, siglos después, la peluquería ha evolucionado de forma extraordinaria. Los peluqueros ya no son solo cuidadores de la imagen, sino artistas, asesores, terapeutas y creadores de tendencias. Con cada corte, color o peinado, expresan identidad, emoción y estilo. Su trabajo influye directamente en la moda, la cultura y la sociedad. Además, la conexión que establecen con sus clientes trasciende lo profesional, ayudando a las personas a sentirse mejor consigo mismas, contribuyendo a su bienestar. La peluquería es y seguirá siendo, sin duda, un oficio profundamente humano.

Este 25 de agosto, más que una simple conmemoración, celebramos la historia, la evolución y el impacto cultural de una profesión esencial, y rendimos homenaje a todos los peluqueros y peluqueras que, con sus manos, su arte y su pasión, transforman vidas a diario.